Te vi de lejos mirándome,
algo que no hacías en mucho tiempo.
Me acerqué a ti con pasos lentos
y cuando nuestros pies se tocaron,
te abracé.
Te envolví con mis brazos
hasta que me sentía lista para soltarte
y tú hiciste lo mismo.
No tuvimos que decir nada,
nuestras miradas eran suficiente para decirnos
lo que hacía falta;
el resto ya lo sabíamos.
Me alejé todavía mirándote
y cuando me di vuelta estaba yo.
Esa parte de mí que tú conociste
y la abracé.
La abracé como nunca había abrazado a nadie
y permití que se volviera a hacer un lugar en mí.
Le puse punto final a la historia
y cerré nuestro libro.
Lo guardé en aquel vacío que dejaste
y le sonreí como lo hice contigo hace un momento.
Me alejé de aquel espacio
y me paré enfrente de una puerta con mi nombre.
No sabía que había adentro,
no sabía que me encontraría,
pero algo me decía que la debía cruzar
y así fue, lo hice.
Vi todo aquello que tanto quería.
Sueños, personas.
Y los abracé permitiéndoles entrar
sin olvidarme de dejar la puerta abierta
para cuando se quieran marchar,
pero sin olvidarme de que alguna vez
fueron parte de mi lugar.
Dándole un vistazo rápido a todas a mis notas me crucé con este escrito sobre lo que (hace tres años) tenía seguro que se sentía perder y encontrar mi lugar en este mundo. Luego me di cuenta de que la tierra siempre gira y yo no siempre seguiré su curso.
Pero también es bueno recordar esos lugares que alguna vez hicimos nuestros. Por más bien o mal que nos hayan hecho. Por más lágrimas que nos hayan hecho derramar, alguna sonrisa nos sacaron alguna vez.
Nunca está de más voltear a ver lo que dejamos atrás. Ya sea para nunca olvidar que alguna vez nos hicieron sentir importantes o para nunca volver allí.
De corazón,
Suyi
Es muy noche para llorar, pero tu escrito me llegó al corazón. 🥹